Por todas esas miradas perdidas en esos sombríos camerinos del Estadio Nacional de Chile, convertidos por entonces en mazmorras de exterminio humano, no se puede dar vuelta la página de la historia simulando que allá no pasó nada, por esas silentes miradas de compañeros obreros, universitarios y académicos que exhalaron su último aliento en manos de la barbarie fascista de tradición prusiana, que puso en vilo a Chile en casi dos décadas de libertades conculcadas, por esos presos torturados que nunca más volvieron a ver la luz del día, se tiene que hacer justicia, sólo así se podrá cerrar aquella herida que aún está abierta en la memoria colectiva de Chile
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