
Como quiera que se analicen los hechos ocurridos en Chile el 11 de septiembre de 1973, la muerte del Presidente Salvador Allende fue un asesinato. Así lo he estimado y señalado desde que la dictadura pinochetista anunció que se habría suicidado en un salón de La Moneda, la casa de gobierno de Chile. La justicia chilena investigará ahora lo sucedido ese día y cual sea su veredicto, no modificará lo fundamental: los suicidios se convierten en asesinatos de acuerdo al contexto en que se producen. Ahora incluso caen dentro del concepto de crímenes de lesa humanidad establecido en el recientemente ratificado Estatuto de Roma, como lo han señalado algunos juristas.
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